Relación Coach – Coachee: Dependencia

Relación Coach – Coachee: Dependencia

La relación entre el coach y el coachee es delicada en el sentido de que hay una zona muy delimitada en la que el Coaching explota su máximo potencial. Fuera de esa zona no sólo los resultados no serán tan óptimos sino que existen riesgos como que el coach quede enganchado en las emociones del coachee o que el coachee caiga en la dependencia hacia el coach, por poner dos ejemplos claros.

Del enganche a las emociones nos ocupamos en un artículo anterior, hoy nos centraremos en el peligro de crear dependencia en el coachee. La responsabilidad recae en el coach ya que él es el responsable de ejercer uno de los requisitos básicos de la filosofía del Coaching: la no-directividad.

La no-directividad implica creer plenamente en el potencial del coachee y sólo actuar como un catalizador imparcial de su conciencia. Es por ello que el coach no necesita ser un experto en el tema a trabajar con su coachee, es más, muchas veces el conocimiento sobre el tema puede convertirse en una trampa para el coach. Además, si aceptamos que cada persona es única, que no hay dos mentes o cuerpos iguales, ¿cómo podemos decirle al coachee cuál es la mejor manera de usar los suyos?

El beneficio de la no-directividad es enorme, ya que si conseguimos que el coachee llegue por sí mismo a su propia solución, siendo consciente de su realidad y sus recursos, y usándolos para conseguir lo que quiere, habremos logrado que aprenda a conseguir sus objetivos de forma creativa, independiente y responsable.

La cuestión es ¿cuánto nos cuesta la no-directividad?, ¿a qué tenemos que renunciar para poder asegurar que no hay ni una pizca de nosotros en cada una de las preguntas que le entregamos? ¿Estamos dispuestos a ello?

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